lunes, 14 de febrero de 2011

La triste historia de Londres, el héroe borrachito



(De cumpleaños a un amigo - ojalá esta vez sí estés sobrio)

Luego de sufrir un grave episodio de delirium tremens, el Capitán Londres, otrora héroe de muchas batallas, decide asistir a una sesión psico terapéutica para enfrentar sus problemas con el alcohol, situación que lo ha llevado a cometer muchos errores en su lucha contra el crimen. Todo empezó cuando por un error fatal asesina al hijo de su superior directo. Sus jefes de la empresa de seguridad a la que pertenece han ocultado por años, casi décadas, sus “errores menores” recordando sus grandes aciertos y restaurando siempre su confianza en el héroe y hasta le colaboran a escondidas para que retome su camino (le hacen señas, le insinúan, le corrigen la plana en su función de papás). Pero el alcohol lo tiene llevado, presenta pérdida de visión y le cuesta enfocarse en su objetivo. La pérdida de control sobre los movimientos es brutal, incluso vuela en zigzag. Y ya no tiene tampoco precisión en el ataque, el territorio sobre el que disemina sus rayos paralizantes es cada vez más amplio y la gente se siente cada vez más insegura incluso en las ciudades. Sus jefes lo estiman mucho, ha sido un buen guardaespaldas por años, y a pesar del dolor que les produce la muerte de su muchacho, deciden una vez más darle una oportunidad al pobre capitán borracho, enviándolo a terapia con especialistas del ejército.  Pero la tarea en principio no es fácil porque el súper héroe se niega a reconocer su problema y comienza a disparar rayos paralizantes en todos los sentidos. En ese incidente mueren 17 uniformados. Los organismos de seguridad no saben qué hacer con el pro hombre, en principio se inventan un falso positivo para que la gente no se entere que el héroe al que tanto admiran está fuera de sí, y quieren sedar a Londres por unos días mientras que determinan que hacer con él, pero su familia se opone. La familia del Capitán Londres termina siendo un problema de seguridad nacional. Su jefe directo no encuentra la manera de explicarle a la mamá del Capitán Londres, una venerable anciana, lo que ocurre con su hijo. Su hermano abogado, al que apodan “arrocito” va a interponer una tutela y su hermana, Lúpulo, se queja porque ya a sus hijos los molestan en el colegio los otros muchachitos. No entiende cómo pudo filtrarse la información a esas esferas (las esferas del dragón). Los muchachitos en el colegio son menos condescendientes, dicen que el Capitán Londres está “pepiado”, que lo han visto a las afueras de la escuela distribuyendo dulcecitos sospechosos, que cuando está alcoholizado viola a los niños y hasta le han inventado una historia de amor con el profe de religión. Los más grandecitos dicen que el Capitán Londres mandó a matar al profe para que no lo siguieran tratando de marica y que desarrolló una homofobia tan gigante que ahora también persigue homosexuales en las tinas de los saunas. La prensa reseña en efecto la muerte de varios gays a los que han encontrado sin órganos. Los organismos de salud están en alerta máxima, le han hecho 50.000 transfusiones de sangre pero nada parece funcionar, su sistema alcohólico parece inmune y se han traído especialistas de todo el continente para ver cómo lo tratan. Le han hecho sahumerios y rezos con los indígenas, hasta le trajeron serenata con un grupo del pacífico a ver si se mejoraba, y nada, hasta que un especialista sueco concluyó que el man era extraterrestre.

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